Dicen que la lejanía es embrión para el olvido,
Pero yo que nací siendo distante,
Aquellos que ya nacimos separados
De la tierra y de la gente a la que amamos,
Aquellos retoños ya emigrantes,
Por el sino, por los tiempos, por el hambre,
Que hicimos la maleta con pañales
Que fuimos acunados en trenes y autocares,
Bautizados con el agua no potable de un lavabo
Itinerantes aun antes de haber aprendido
A dar un paso, hijos de la posguerra, el desengaño,
Sabemos del amor que se prende en lejanías,
De cómo aprehender los lugares con momentos
Las personas con vivencias y recuerdos
La añoranza con sentimientos hondos
Que se asoman a menudo hasta los ojos
Y forman un nudo en la garganta.
Aprendimos que la ausencia es añoranza
Y el reencuentro solo un respiro entre los llantos.
Que la despedida es un dolor junto a la traquea
Una ausencia del aire que dejamos
Una angustia profunda al alejarnos.
Aprendimos que la distancia es el recuerdo,
Es la esperanza de volver a encontrarnos.
Y así pasamos la vida entre momentos,
Por un lado el momento feliz de la llegada
Que presiente, sin quererlo, otro momento,
La cercana crueldad de la partida.
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