jueves, 19 de marzo de 2015

A Veces Se Hace Tarde

Cuanto añoro ahora las palabras que en otro tiempo no escuchaba, no oía. Cuanto añoro las historias mal contadas, repetidas, que no quisieron quedarse en mi memoria. Cuanto anhelo que pudieras, ahora, ya tarde, convertir tus balbuceos, tus inconexas expresiones, en aquellos relatos que en tiempos me hicieron impacientarme e incluso distraer mi atención en otras cosas aún más vanas. Cuanto daría ahora por recordar contigo, contadas por ti, tus historia del colegio, tus correrías con tu pandilla, las del servicio militar que ahora trastocas diciendo que tú fuiste comandante en una cabriola chusca de tu memoria. Papá, cuéntame, aunque solo sea por una vez, aunque te salga trabucada, trastocada, profundamente inconexa, aquella historia que tanto te gustaba.

Viejecito, encogido, inseguro, inconexo, maltratado por el tiempo, a mi lado, te escucho ahora con paciencia, con la necesidad de entenderte, con la firme consciencia de que a veces se hace tarde.