jueves, 25 de julio de 2013

Mens Sana In Corpore Insepulto

Tampoco sé de qué órgano vital brotan las ideas, las palabras que las expresan. Que impulso inabarcable, impetuoso, irreductible, hace que se agolpen el borde mismo de mi mente consciente y se precipiten, incluso violentamente, hasta quedar reventadas en caracteres significativos sobre un plano que las abarca y vuelve reconocibles. No son las manos, no, que aunque las plasman y conforman no las crean. No es el cerebro, tampoco, que las depura y modela en un juego estético, pero no las siente. Ni es el alma, no es, que aunque aporta la materia prima, la luz, el sentimiento, no es capaz de darles forma ni concebirlas.
No sé de qué extraño órgano interno, intermediario entre el alma y el cerebro, brotan las ideas, las palabras. No sé en qué recóndito e inaccesible lugar lo inconcebible revierte en expresable. Pero me duele, siempre me duele. Unas veces es la alegría, otras el lamento y otras, muchas, el miedo. El terror de observar que en ocasiones las palabras no se expresan, se diluyen, se trastocan y entonces las ideas mueren.


A Juan Pablo Laorga Roberto (JP), in memoriam

domingo, 21 de julio de 2013

Hoy, Ahora, Contigo

La muerte es solo un instante, un umbral, una esperanza. No se puede hacer del miedo el tamiz de todas las vivencias, no se puede ser feliz con la permanente presencia del mañana incierto. Hay que enfrentarse al instante sin secuelas, a la vivencia con la inconsciencia de quien no ha tenido ni tendrá otras vivencias, al momento con la insaciable sed de quien apura hasta el fondo el recipiente de lo cotidiano. Sin tiempo para pensar, sin necesidad de anticipar, sin ánimo de comparar ni recordar aquello que por ya sido, por porvenir incierto, pueda manchar irremediablemente lo único cierto, hoy, ahora, contigo.


Piedrabuena, en casa de Juanjo, 21-07-2013

viernes, 5 de julio de 2013

Paseando con Mi Padre

Paseando con mi padre, motor en su silla de ruedas, se me vino el tiempo,  inopinadamente, trastocado, revuelto, solapado, como solo el mismo tiempo sabe hacerlo, y en un instante, en un siglo, en un revuelo, fui  yo mismo paseándolo, fui yo mismo paseando a mi hijo en su silla, de pequeño, fui mi hijo paseándome en algún tiempo futuro, fui mi padre empujando un cochecito conmigo dentro en algún tiempo pretérito. Y sin llegar a aprehenderlo, sin llegar ni siquiera a fijar algún recuerdo el tiempo volvió a su línea y mi padre y yo –tal vez mi hijo también- seguimos con nuestros paseos, cada uno en su tiempo, cada uno en su puesto.