Paseando con mi padre, motor en su silla de ruedas, se me vino el tiempo, inopinadamente, trastocado, revuelto, solapado, como solo el mismo tiempo sabe hacerlo, y en un instante, en un siglo, en un revuelo, fui yo mismo paseándolo, fui yo mismo paseando a mi hijo en su silla, de pequeño, fui mi hijo paseándome en algún tiempo futuro, fui mi padre empujando un cochecito conmigo dentro en algún tiempo pretérito. Y sin llegar a aprehenderlo, sin llegar ni siquiera a fijar algún recuerdo el tiempo volvió a su línea y mi padre y yo –tal vez mi hijo también- seguimos con nuestros paseos, cada uno en su tiempo, cada uno en su puesto.
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