miércoles, 16 de octubre de 2013

La Madeja

He visto clarear en estos tiempos la madeja vital que desenreda la vida de mi padre, tal vez no de forma definitiva, pero empieza a adivinarse ese núcleo mortal en la que se ovilla, en la que yace atrapado el extremo último del hilo. De ese ovillo que nos entregan cuando nacemos sin decirnos que grosor tiene, cuanto es hilo, cuando es muerte.
Aún el hilo solo descubre hilo cuando vuelta tras vuelta se desenreda pero es inevitable mirar con zozobra su merma, contemplar con tus ojos, en los suyos, la ansiedad que cada día nos enseña a mirar de reojo al nuestro, a sopesarlo, a, de mentira, con miedo, penetrar en sus entrañas y medirlo.
He visto clarear día a día últimamente la madeja vital que desenreda la vida de mi padre viendo que, al igual que su memoria, se deshilacha, se vuelve endeble y quebradiza. Cada día, cada vuelta, cada hora, cada línea, parece amenazar con desvelar lo que los ojos niegan apretándose convulsivamente, con rabia, con miedo, con rebeldía, pero llegado el momento los párpados no garantizan la ceguera.

Veo clarear por momentos la madeja vital que se agota con la vida de mi padre y la ternura que mi propia endeblez me procura necesito volcarla en su ansia de ser feliz allá donde su mente mora, en los remotos días de un pasado que recupera y busca a su alrededor con avaricia, con necesidad, con ansia de consuelo de un presente que lo niega, de un futuro con su ausencia.


Madrid, 16-10-2013