He visto clarear en estos tiempos
la madeja vital que desenreda la vida de mi padre, tal vez no de forma
definitiva, pero empieza a adivinarse ese núcleo mortal en la que se ovilla, en
la que yace atrapado el extremo último del hilo. De ese ovillo que nos entregan
cuando nacemos sin decirnos que grosor tiene, cuanto es hilo, cuando es muerte.
Aún el hilo solo descubre hilo
cuando vuelta tras vuelta se desenreda pero es inevitable mirar con zozobra su
merma, contemplar con tus ojos, en los suyos, la ansiedad que cada día nos
enseña a mirar de reojo al nuestro, a sopesarlo, a, de mentira, con miedo,
penetrar en sus entrañas y medirlo.
He visto clarear día a día
últimamente la madeja vital que desenreda la vida de mi padre viendo que, al
igual que su memoria, se deshilacha, se vuelve endeble y quebradiza. Cada día,
cada vuelta, cada hora, cada línea, parece amenazar con desvelar lo que los
ojos niegan apretándose convulsivamente, con rabia, con miedo, con rebeldía,
pero llegado el momento los párpados no garantizan la ceguera.
Veo clarear por momentos la
madeja vital que se agota con la vida de mi padre y la ternura que mi propia
endeblez me procura necesito volcarla en su ansia de ser feliz allá donde su
mente mora, en los remotos días de un pasado que recupera y busca a su
alrededor con avaricia, con necesidad, con ansia de consuelo de un presente que
lo niega, de un futuro con su ausencia.
Madrid, 16-10-2013
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