Lánguidamente
el brazo fue surcando los aires
Hasta
alcanzar la mejilla donde con súbito estruendo
Hizo
restallar la mano.
Se paró
la música, el baile, en silencio los cortesanos.
La cara
del príncipe roja con la huella de un tortazo.
La de
la doncella, claro,
Que
luce cara de enojo y escote descolocado.
Después
emprende la huida dejando atrás un zapato,
Zapatito
de cristal según lo cuenta un diario,
Zapato
de tacón y raso que dejó su pie descalzo.
Y ahora
el príncipe la busca
fingiéndose
enamorado
Pero
entre las más recónditas mazmorras
En lo
mas profundo del palacio
Una
tiene un cartel que reza en caracteres blancos
Aquí
está, sin que se sepa hasta cuando,
Una que
pudo reinar y es reina de los tortazos.
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