jueves, 17 de diciembre de 2015

Palabras Sin Sonido

Las palabras que hoy me atormentan
no están en mi boca  o en la tuya,
no están en los libros ni en discursos, 
las palabras que hoy me atormentan
no son más que movimientos
de una boca que las busca, 
una idea que no consigue concretarse, 
balbuceos que quieren, con dolor,  significarse,
un silencio que no quiere ser perpetuo, 
el declive de una mente ya vencida,
inerme, impotente, 
silenciada por su propio mecanismo,
una tumba de presente ya vivido,
de pasado renacido,
de futuro invertido.


Las palabras que hoy me atormentan no tienen sonido,
no tienen cadencia, no tienen sentido.

domingo, 23 de agosto de 2015

Tus ojos

Tus ojos, papá, tus ojos y tus besos son, posiblemente, los recuerdos que más van a perdurar en mi memoria. Esos ojos de mirada perdida, lánguida, atormentada, obcecada o inocente, infantil, según los momentos que la enfermedad nos depara. Esos ojos en los que medir la situación que nos toca vivir, no en cada día que es un espacio de tiempo largo y aleatorio, en cada momento, porque cada momento es una vivencia que en nada se tiene por qué  parecer al momento anterior.
Y tus besos. Esos besos, dulces, ávidos, encadenados que me das a veces cuando al bajarte del coche me abrazas como si fuera una despedida, o los que me das por la noche cuando después de arroparte te deseo las buenas noches y tú intentas transmitirme tu agradecimiento con palabras ininteligibles y trabucadas que no solo a mí me corresponden.
Maldita enfermedad esta que sufrimos, papá, así en plural nada mayestático, porque aunque tú seas el cuerpo doliente esta es una enfermedad colectiva, una enfermedad en la que todos los que estamos a tú alrededor somos pacientes activos lastrados por síntomas de impotencia, de dolor, de sufrimiento por no poder hacer más, de resignación porque todo lo que podemos aportar es para que no empeores sin poder aspirar a que mejores.
Maldita enfermedad en la que ya sufrimos cuando absolutamente enajenado nos increpas como a torturadores sin entrañas, ajenos a tu entorno, despiadados, ya cuando la parte más luminosa de tú interior se asoma, brevemente siempre,  y nos desgarra el pensar que seas consciente, aunque solo sea por un segundo, de tu irreversible deterioro, porque entonces el sufrimiento, el que a ti te suponemos y el que nosotros sentimos llega al dolor del alma, a ese dolor que no se concreta en ningún punto físico pero te lacera hasta que brotan las lágrimas.

Solo en sueños descansamos, papá, solo en sueños y sin esperanzas.

jueves, 20 de agosto de 2015

Al Facho

Vi caer una estrella y al tocar el mar desplegar sus velas, navegar el horizonte la noche entera, pasar junto al camino que la luna riela y sin abandonar el mar, con el alba, con la luz que avisa  al iluminar la tierra, irse apagando, queda, flor luminosa de pétalos aparejados con brillantes cuerdas que marchita el amanecer cuando se llega, cuando lo enciende, cuando releva, luminaria que acoge, que acuna, que pospone hasta una noche nueva la luz y el brillo que marca la imposible frontera que separa al cielo de la mar marinera.

jueves, 13 de agosto de 2015

Puente Sobreira

Ayer estuve en tu puente, papá, en ese puente de piedra, umbrío, oculto entre arboles, silvas y casas en ruinas que tanto significó en tu niñez y en la de tus hermanos. Ese puente al que te acompañé unos meses antes de que tu enfermedad empezara a alejarte de mí y acercarte a su memoria.
Cerca de Faramontaos, en Sobreira, puente que ahora transitan los peregrinos y algún vecino que ocasionalmente precisa de su concurso para cruzar un río de aguas escasas este año, tan escasas que apenas son un encadenamiento de charcos sin corriente entre ellos. Puente ante el que, más allá de flujos y reflujos de su caudal, el tiempo, el recuerdo, la memoria, que tan escasa te es de este momento presente, parecen florecer y hacerse un centro fundamental de los retazos de tu vida que aún no se han ocultado tras el traicionero velo de la enfermedad.
Recuerdo aún con emoción la visita que hicimos. Recuerdo aún tus ojos, tu sentimiento, tus palabras en el momento de visitarlo. “Mi puente”, decías, “mi puente”. Casi como un mantra, como un intento desesperanzado de retener junto a ti lo que se te escapaba, de transferirme la memoria que sentías perder para que yo pudiera perpetuar esa vida que tú tanto añoras. La abuela en su escuela dando clase, los niños de tu época, la casa en la que vivías, vuestras correrías.
Y por eso, para poder cumplir ese deseo, he ido yo ayer hasta el puente. Acompañado de mi hija para que ella sea depositaria de esa memoria que tú quisiste compartir conmigo antes de que se desvaneciera, de que se perdiera en esa maraña de tristeza, de incomprensión, de palabras extrañas con la que tu enfermedad te castiga en tus escasos momentos de lucidez.

Desde Puente Sobreira, papá, te quiero, te recuerdo, te revivo.

sábado, 25 de julio de 2015

El Olvido

Me pediste que olvidara y yo no sé cómo hacerlo. Lo he intentado con todas las armas a mi alcance pero siempre se ha impuesto la memoria. Intenté enterrarlo en el tiempo y conseguí un olvido intermitente, una secuencia aleatoria de memoria inalcanzable y momentos de dolor insoportable cuando, de forma inopinada, una imagen, una palabra, un rayo de sol o una leve ráfaga de viento remueven la voluntad y dejan a cielo abierto la herida en carne viva, el recuerdo súbito y doloroso, la imposibilidad de cumplir con tu deseo.

Es posible que haya memorias que se oculten, que se pierdan, que permanezcan resguardadas del recuerdo que ni siquiera las busca. Es posible que haya recuerdos que el alma no busca porque no la han conmovido, es seguro, pero aquellos que afectan directamente al sentimiento se disparan sin que haya voluntad en su brusca irrupción, en su melancólico revivir, en su inopinada alegría inyectada desde el tiempo que los rescata.

Puedo conceder el perdón que es voluntario, puedo acordar el silencio que me imponga, puedo obligarme a velar la herida y curarla vez tras vez restañando, sanado y volviendo a enterrarla, pero el olvido, el olvido no puede obtenerse ni se alcanza.

martes, 30 de junio de 2015

No Hay Silencio

La ausencia de palabras no es silencio

Y no es silencio la falta de sonido

Que atruena desde dentro los oídos

Con el ruido de toda la existencia.



No es silencio aquel que te has impuesto

No son silencio las ideas que se callan

Ni es silencio el sentimiento que se acalla

Desabrido, desarmado, descompuesto.



No hay silencio en la mesura

Ni lo son la prudencia o la templanza

Solo en el sonido está la cura

Como están la verdad y la enseñanza.



Nada en la vida es silencio

Ni es silencio el espacio que separa

Frases, silabas, palabras,

Planetas, estrellas, universos.



No hay silencio en la vida

Cuando nace

Ni hay silencio en la vida

Cuando acaba



Podrás convertir los gritos en rumores

En murmullos las frases más amargas

Pero antes o después han de brotarte, 

Como manan las fuentes y cascadas,



A borbotones, incontenibles, las palabras.





Cuestablanca, 27-06-2015

viernes, 29 de mayo de 2015

Llorar Antes de Tiempo

¿De dónde sale ese llanto tan profundo que inopinadamente te transforma? ¿Qué sentimiento te recorre y nos asalta desde tus ojos y nos vela sin reparos el entendimiento, la voluntad, la capacidad de acomodarnos a tu estado?, ¿Qué tremenda congoja te brota del alma y sale a nuestro encuentro por tus ojos, por tu cara transfigurada en máscara de dolor insoportable, por tu cuerpo todo convulso, entregado sin reparos, sin juicios, sin concesiones al sentimiento obsceno del sufrimiento indoloro?

Dudo, cuando te veo llorar de esa forma, de cuál puede ser el origen de tal caudal de sentimiento, de qué edad tiene el que llora, de cuál es el motivo último del llanto.

Nunca estoy preparado para recibir el impacto, siempre me pilla con la guardia baja, y con la guardia baja dudo si correr a guarecerme, si correr a consolarte, si correr sin más a la espera de que escampe. No sé en esos duros momentos –que duro es ver llorar a tu padre como a un niño, como a un viejo, como a un enfermo- si acercarme a ti como lo que soy, tu hijo, como lo que tú me crees, tu hermano, o simplemente como alguien que daría todo lo que tiene por saber qué te pasa y encontrar un remedio que previamente sabe que no existe.

No se papa, nadie en realidad lo sabe, si lloras porque al recordar te emocionas, si lloras porque no consigues recordar o lloras porque comprendes por un momento que alguien te está escamoteando tu vida, tu tiempo, tu memoria. No lo sé, papá, nadie lo sabe, pero lo que si se es que cuando te veo llorar lo haces con mis lágrimas, lo haces con el dolor que siento, lo haces con el tremendo temor que como hombre siento ante tú indefensión que un día podría ser la mía. Y me niego a llorar antes de tiempo.

viernes, 1 de mayo de 2015

La Batalla

Cuantos muertos más ha de cobrarse  la batalla antes de decantarse y dejar en los hombres su patética memoria. De dejar en el perdedor la amargura de sentirse humillado, lacerado tratado injustamente por el destino y por los dioses, de dejar en el vencedor la equívoca sensación de poder reclamar, imponer, su verdad por su victoria
La sangre que empapa ya la arcilla, las conciencias, las espadas, vertida sin desmayo por los cuerpos, por las armas, por los dioses sedientos e insaciables, manchará por generaciones a las tierras y a los hombres,  a la razón y a la memoria.
No importa con cuantos mantos temporales intente cubrir su vergüenza la montaña donde los muertos se acumulan. No importan los libros que la ensalcen, ni con cuantas florituras se cuenten las hazañas. En realidad no importa ni siquiera el dolor de las heridas, las vidas perdidas, la infamia que provocó la matanza. ¿Podrá el vencedor pasados los años, los siglos, los tiempos venideros, reclamar la razón de su victoria? ¿Podrá en algún momento el vencido olvidar su necesidad de una revancha, de una venganza, de otra derrota?

Lo único importante, el único legado que ha de persistir en la memoria es: ¿Cómo fuimos capaces? Y para eso no habrá respuestas inocentes, no habrá héroes que lo mantengan, no habrá discursos que borren la nefanda, la inhumana, la lacerante memoria del primer muerto, la insufrible imagen de los campos anegados por la sangre, los desgarradores gritos de victoria, los escalofriantes lamentos de agonía, el silencio vengativo de los perdedores.

miércoles, 1 de abril de 2015

Horas Previas

No todo el camino esta trazado, ni todos los que por el discurren son peregrinos
No todas las palabras tienen sentido, ni todos los que hablan consiguen decir algo
Solo el discurrir interior, el examen profundo del alma propia pueden contener el trayecto, el mensaje, la palabra que pronunciada consigue la catarsis, la mutación espiritual que hace del discurrir el objetivo, del caminante el peregrino.

Iniciada entonces la tarea se acompasan el cuerpo y el alma y no hay ya paso sin avance, ni perfeccionamiento sin paraje. 

El abismo

Te quedas fijo, mirándome desde la distancia que tu niñez nos marca. Te quedas fijo, mirándome y me llamas José Luís, o Ángel, o Julio, o papá. Me llamas y yo te corrijo, no papá, soy tu hijo y entonces me vuelves a mirar fijamente, con esa media sonrisa tuya asomando bajo tu eterno bigote que tu decidido rejuvenecer ha hecho desaparecer de tu labio, con esa expresión tan tuya que significa "estás de coña" y preguntas:

- Entonces ¿tú quien eres?

- Soy tu hijo, papá- y me sigues mirando fijamente a través de la ventana verde gris que el tiempo usa para unir tu tiempo interior con el que los demás, incapaces de rejuvenecer contigo, incapaces de seguirte, nos armamos y te creemos enfermo

- Que tontería. ¿Como vas a ser mi hijo si eres más viejo que yo?

Y no te ríes porque nunca te has reido, porque en toda mi vida no recuerdo una carcajada tuya, algo que sea más que tu sonrisa entre socarrona y divertida, pero en el aire queda que no he conseguido engañarte. Que esta realidad mía tan coherente y universal no ha conseguido conmover a esa realidad tuya tan tuya y palpable, tan evidente que no necesita de ninguna prueba, que no adolece de ninguna fisura ni duda. 

Y ahí estamos, tu rejuveneciendo cada día que pasa y yo cada día que pasa más viejo, marcando una distancia que crece y que se nos va, a ambos de las manos. Un abismo que se va haciendo insondable.

jueves, 19 de marzo de 2015

A Veces Se Hace Tarde

Cuanto añoro ahora las palabras que en otro tiempo no escuchaba, no oía. Cuanto añoro las historias mal contadas, repetidas, que no quisieron quedarse en mi memoria. Cuanto anhelo que pudieras, ahora, ya tarde, convertir tus balbuceos, tus inconexas expresiones, en aquellos relatos que en tiempos me hicieron impacientarme e incluso distraer mi atención en otras cosas aún más vanas. Cuanto daría ahora por recordar contigo, contadas por ti, tus historia del colegio, tus correrías con tu pandilla, las del servicio militar que ahora trastocas diciendo que tú fuiste comandante en una cabriola chusca de tu memoria. Papá, cuéntame, aunque solo sea por una vez, aunque te salga trabucada, trastocada, profundamente inconexa, aquella historia que tanto te gustaba.

Viejecito, encogido, inseguro, inconexo, maltratado por el tiempo, a mi lado, te escucho ahora con paciencia, con la necesidad de entenderte, con la firme consciencia de que a veces se hace tarde.

domingo, 25 de enero de 2015

Tiempo electoral

Balad, balad hermanos, con las papeletas en las manos.
Elegid, elegid con esmero quién os quitará el dinero.
Bailad, bailad los triunfos de los que os van a despojar.

Y después de cuatro años, volveremos, volveremos a empezar. (Si nos dejan).

viernes, 2 de enero de 2015

Hoy Lloro

Hoy lloro con desconsuelo, con llanto sordo y convulsivo. Hoy lloro porque la pena me atenaza y llorar es la única salida. Hoy lloro por los niños que mueren de madurez, por las magias que dejan ver su truco, por la sordidez de una sociedad con los valores retorcidos, inane, inerte, inerme ante el continuo empuje de un modelo infrahumano. Hoy lloro con la pena intacta porque aún soy capaz de saber por qué lloro. Hoy lloro porque no sé si mañana mi llanto tendrá argumento por la permanente dejación de la inocencia. Hoy lloro porque llorar aplaca el llanto aunque no cicatrice las heridas. Hoy lloro porque el mundo se empeña en dejar atrás, de lado, escondido, lo único que puede salvarlo de sí mismo, la inocencia del niño, la ilusión de la magia, la fe en su propio camino.