Hoy lloro con desconsuelo, con llanto sordo y convulsivo. Hoy lloro porque la pena me atenaza y llorar es la única salida. Hoy lloro por los niños que mueren de madurez, por las magias que dejan ver su truco, por la sordidez de una sociedad con los valores retorcidos, inane, inerte, inerme ante el continuo empuje de un modelo infrahumano. Hoy lloro con la pena intacta porque aún soy capaz de saber por qué lloro. Hoy lloro porque no sé si mañana mi llanto tendrá argumento por la permanente dejación de la inocencia. Hoy lloro porque llorar aplaca el llanto aunque no cicatrice las heridas. Hoy lloro porque el mundo se empeña en dejar atrás, de lado, escondido, lo único que puede salvarlo de sí mismo, la inocencia del niño, la ilusión de la magia, la fe en su propio camino.
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