Amanece tras la montaña y al
fondo del mar anochece. En la ladera del monte hay una fuente de agua clara y
corriente que va haciendo río en su avance, barro en la tierra, hueco en la
piedra, y al unirse a más fuentes, cauce que crece. En su camino se remansa a
veces, otras salta, o se despeña, se enrosca su curso y cuando no puede avanzar
retrocede, sin perder de vista la mar que se mece, que lo llama desde la orilla
con su vaivén permanente, con su sonido
batiente, al tiempo que enseña su seno y se lo ofrece. Yo nací junto a la fuente, Y he seguido el curso entero, caminante siempre
al frente, y aunque me haya alejado para
conocer otros ríos, otros montes, otras fuentes, aunque haya vivido otros mares
y caminado otros caminos y conocido a otras gentes, sé que muera donde muera,
cuando me alcance la muerte, mi lecho final , mi mar, mi referente, estarán en
esa orilla mirando al sol poniente que vieron por primera vez mis ojos junto a
la fuente, abiertos cuando el sol amanece, cerrados, casi al tiempo, cuando el
sol, ya cansado, apaga la luz y anochece.
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