Se construyó la tumba del adiós
sin yo quererlo, y estuve mirando como se hacía, queriendo pararlo con mis
palabras que se perdían, entre palabras sordas, entre palabras tibias, entre
silencios cómplices. Y una vez acabada la tumba me encerré con el placer intacto
de mantener mi razón y mis razones, de escuchar mi voz y mi silencio, sintiendo
su alivio al verme dentro.
Festejan unos, otros se lamentan
sin haber puesto remedio, los más callan y miran a otro lado, el verme solo y
enterrado. Enterrado si pero no muerto.
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