Del abismo, del vacío, de la
solidez de la muerte y de lo muerto, del abono putrefacto pero aún vivo, ha de
alimentarse la palabra que florezca en un nuevo destino. Ningún lugar es el
lugar, ningún discurrir es definitivo. Una parada, una palabra, apenas un
descanso y la búsqueda se inicia de nuevo con la constancia inconsciente del
que mantiene la esperanza más allá de lo evidente y más acá de lo divino, por
encima de arcanos y videntes, a pesar de augures dirigentes. Se han de librar
todas las derrotas sin más consideración que la de otro hito en el camino, sin
más valoración que la de haber descubierto a otro enemigo. Al final la experiencia
es el trofeo del que sabe vencer al ser vencido, quédense los otros con su
copa.
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