Recuerdos de tu piel dormida, de tal vez la mía, exhaustos
del mutuo conocimiento, colgados los jirones de suspiros, de jadeos, en extraños
lugares junto a la cama.
Juntos aún en el sueño los labios repletos de sabor ajeno,
entrelazadas las carnes armadas de futuros deseos, las manos reposando cerca,
muy cerca, del placer compañero y los ojos dormidos repletos de imágenes de tu cuerpo, del mío, de ambos
sin frontera, sin tregua, sin tiempo.
Húmeda la escasa ropa de la cama del rastro de los cuerpos,
posiblemente una sonrisa que nada tiene que ver con la alegría.
El pelo revuelto, dormido, enredado en rizos que buscan
abrazarse, entrelazarse como si fueran otros brazos, de otros cuerpos. Sueño,
si, reparador, precursor de nuevos sueños. Abrazados para no alejarnos, para no
perdernos. Juntos, casi unidos, buscando el fundido pleno que la carne demanda.
Seguros como el presente de nuevos encuentros.