Intenté, con picardía, acariciar
tu cresta alborotada con el viento y se hizo espuma entre mis dedos. Quise
entonces abrazarte y sentir tus formas en mi cuerpo, ceñirte hasta fundirnos,
confundirnos, abarcarnos, y te hiciste olas en mis brazos. Intenté con ansia,
con sed de amante que transita en el
desierto, y solo percibí la sal que se hacía costra entre mis labios. Esperé
ola a ola tu llamada, para, sumergido entre tus aguas, captar tu cuerpo para
amarme, para amarte, como amante, para devolver a mi cuerpo las ansias que la
ausencia de tu cuerpo me creaba, y pasaron horas, semanas, eones, tiempo de universos,
creaciones, y solo conseguí que al llegar hasta mis pies me los mojaras, como
una promesa de futuras ocasiones, como una incitación a un amor que no llegaba.
Te quise, te quiero, y
queriéndote seguiré eternidades, sin poder acariciarte con caricias, sin poder
abrazarte con abrazos, sin poderte besarte con mis labios, pero sumergido para
siempre en la esperanza de que tu amor, de que mi amor, tomen cuerpo entre tus
aguas.
Cabo de Gata, con poniente, 4 de
junio del año del Covid-19