Hay caminos que lucen con luz prestada, con luz rielada, con
luz fundida con bronces y ocres sobre el agua. Hay caminos que lucen con luz
interior, con luz proyectada, con luz propia y otros que brillan en la
oscuridad más cerrada. Los hay visibles en todo su transcurso, otros en los que
solo brillan sus extremos, e incluso los hay intermitentes. Los hay terrestres,
sobre el agua, bajo el agua, en el aire y en medios menos comprensibles. Allí
donde hay un hombre, donde posa su mirada, hay un camino, un cruce si hay dos,
si hay tres al menos cuatro sendas enlazadas. Y donde haya un grupo, habrá de
encontrarse una calzada.
No existe un hombre sin camino, ni hay camino que se oculte
a una mirada. Y aunque el trazo se esconda, oscurecido por el tiempo no ocurrido,
bastará un paso, una voluntad, un deseo para que surja, de las sombras su
existencia ya iluminada.