Tiene la niebla nombre
De sonido quejumbroso,
Que una vez pronunciado
Se va diluyendo en su seno
Y al extinguirse el sonido
Sigue resonando lento,
Denso, untuoso,
En ese dintel que limita
A la vida y el silencio
Tiene la niebla nombre
Que al pronunciarse nos moja
Ciñe, rodea, abraza, empapa,
Se introduce en los rincones
Y los va llenando sin pausa
De presencias incorpóreas,
De palabras pronunciadas
Sin saber si son oídas,
De mundos a flor de piel,
De miradas interiores
Porque el horizonte les falta.
Tiene la niebla nombre
Que parece nombrar los sueños
Universos, fantasías, cuentos.
Que da certeza a lo incierto
Y pone en duda lo cierto
Que trae al alma el pasado
Hace al futuro inconcreto
Y al presente tan escaso
Que no dura ni el momento
Tiene la niebla nombre
Que es llamada a los muertos,
A habitar entre sus jirones,
A medrar en su vientre espeso,
A vivir mientras ella viva
Haciendo cuerpo en su cuerpo.
Y cuando el final se anuncie,
Cuando se levante el viento,
Volverse de nuevo secretos,
Refugiarse otra vez en los nichos
En los que ahora yacen sus cuerpos,
Y filtrarse, como ya hicieron,
En los rincones que evocan
Los lugares en que vivieron.
Tiene la niebla un nombre
Que solo saben invocar,
Cuando se ausenta la vista,
Y el horizonte se mueve
Al tiempo que nos movemos,
Cuando con puño etéreo llama sin que pueda oirse
Golpeando las puertas del
puerto,
Cuando la frontera del mar solo es sonido y viento,
La sirena del faro,
La campana del barco,
El retumbar entre montes
Del tañer que toca a muerto