sábado, 25 de julio de 2015

El Olvido

Me pediste que olvidara y yo no sé cómo hacerlo. Lo he intentado con todas las armas a mi alcance pero siempre se ha impuesto la memoria. Intenté enterrarlo en el tiempo y conseguí un olvido intermitente, una secuencia aleatoria de memoria inalcanzable y momentos de dolor insoportable cuando, de forma inopinada, una imagen, una palabra, un rayo de sol o una leve ráfaga de viento remueven la voluntad y dejan a cielo abierto la herida en carne viva, el recuerdo súbito y doloroso, la imposibilidad de cumplir con tu deseo.

Es posible que haya memorias que se oculten, que se pierdan, que permanezcan resguardadas del recuerdo que ni siquiera las busca. Es posible que haya recuerdos que el alma no busca porque no la han conmovido, es seguro, pero aquellos que afectan directamente al sentimiento se disparan sin que haya voluntad en su brusca irrupción, en su melancólico revivir, en su inopinada alegría inyectada desde el tiempo que los rescata.

Puedo conceder el perdón que es voluntario, puedo acordar el silencio que me imponga, puedo obligarme a velar la herida y curarla vez tras vez restañando, sanado y volviendo a enterrarla, pero el olvido, el olvido no puede obtenerse ni se alcanza.