Me encontré con la plena sensación de llegar a la realidad,
tal como había hecho al sumirme en el sueño, tal como hice cuando el termómetro
predeterminaba el universo en el que habría de moverme.
¿Cuántas realidades podría manejar sin extrañar en cada una de
ellas las otras que dejaba atrás? Solo una parecía tener una continuidad, pero
esa era aquella en la que me encontraba. ¿Acaso cuando estaba en las otras no
tenía la misma sensación de retomar lo cotidiano?
Mi mundo oscilaba sin que mi voluntad contara para nada ante
el implacable reclamo de la fiebre o de la noche, fiebre tras fiebre, noche
tras noche. Viajero interior sin posibilidad de elegir destino, ni momento.